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Fanny Ardant, sensualidad sin tiempo

La actriz Fanny Ardant en el Eliseo de Roma con un texto de Marguerite Duras

“La incapacidad de amar es la enfermedad más cercana a la muerte”
“Cuando se ama, nada es demasiado”
“He aprendido italiano de Gassman, Mastroianni, Monicelli, Scola"

"Es un pecado que este país no sea más la tierra de la democracia”

Sólo a Fanny Ardant, a esos pocos como ella, se le perdona una hora de retraso, rodeada de una impaciente platea de reporteros. Delante de mí susurró “No tengo nada que decir”. Que luego no será verdad, porque dirá mucho, pero sólo para responder a las preguntas “andar así, sola, no me agrada, deben decirme qué debo decir… soy una actriz”. Una manera de ser diva, única protagonista, no obstante la escuadrilla de caballeros del teatro italiano se ha reunido para presentar a la Embajada de Francia en Roma, “Sinfonías para cuerpos solos. Retratos de mujeres entre palabras y música”. Reseña auspiciada por el Teatro Eliseo del 12 de diciembre al próximo 8 de mayo, una cartelera en la cual aparecen los nombres entre otros de Rossella Falk, Catherine Spaak, Giuliana Lojodice. Mujeres que le hablan a mujeres a través del análisis y las narraciones que han hecho grandes autores del Novecento y retratos de mitos desde la Piaf a la Callas por citar un par.
La Ardant es un ícono en lo suyo. Espléndida a los 57 años, vestida con un vestido gris, su mirada sabiamente perdida, la actriz (tres hijas de tres parejas, “los hombres son accesorios” ha dicho en una entrevista) conserva intacta la sensualidad que hizo rendirse a Francois Truffaut –su marido por cuatro años- convencido que nadie más que ella podía ser Matilde, la protagonista de “La Mujer de al Lado”.

Amour fou y la imposibilidad de vivir las pasiones son una constante en su carrera, que se renueva en “La Maladie de la Mort”, la obra de Marguerite Duras que es puesta en escena en el Teatro Eliseo (el 12 y 13 de diciembre de 2006). “Un trabajo que he preparado con prisa, era tan bello que tenía muchos deseos de interpretarlo”. Sin embargo al no haber conocido personalmente a Marguerite Duras “es quizá por esto que la he idealizado”. En la obra, es a quien le han pagado por anticipado para conseguir, en solo seis noches, el difícil objetivo de enamorar a un hombre incapaz de amar.

La “maladie” es la incapacidad de amar, “aflige a los hombres y también a las mujeres –explica la Ardant- es la imposibilidad de llegar al otro, de crear un puente. Todos podemos golpearnos, es una enfermedad universal. Se puede curar, cierto, pero es lo más cercano a la muerte. Hay quien dice que las mujeres sufrimos de otra enfermedad, que es la de amar demasiado, respondo que nunca se ama demasiado, es bello tener algo que te colme la vida”.
Una carrera de más de treinta años, entre el cine y el teatro. “Detesto el teatro –cuenta- porque cuando he terminado un espectáculo digo "Nunca más, luego una especie de impulso interior me impide resistirme. Una obsesión, porque el teatro, para una actriz tiene la función de ‘depurar’, de empezar todo de cero: en el escenario una esta desnuda, debes aprender todo desde el principio”. Y a los espectadores: “el acercamiento justo es pensar que estás para asistir a algo nuevo. No obstante y a pesar del riesgode aburrirse, vale siempre la pena ver un espectáculo, aunque en una hora sean sólo 10 diez minutos brillantes. El teatro es parte del corazón”. Una forma de dependencia que la liga también al cine, “si te hacés parte de este mundo de ideas y sentimientos no puedes salirte”.
En ‘La Maladie de la Mort’ la Ardant recita en italiano, lengua que habla bien “por pasión”: “Cuando llegué a Italia para trabajar en el cine, fui impactado por personajes como Gassman, Mastroianni, Monicelli, Scola, que hablaban muy bien el francés con esa r perfecta, pensé que tenía que hablar italiano que lo vuelve todo más noble. Y lo he aprendido lentamente, salvajemente".
La pasión por la lengua y también por nuestro País. También con una desilusión reciente. “Un país se ama porque se han leído sus libros, he leído Stendhal y no me decepcionó, Roma era exactamente como me lo esperaba. He amado el alimento, el vino, el cine, la confusión. He aprendido que del caos pueden surgir grandes cosas. Que en el set no hace falta ser serio, riguroso. Pero lamento que hoy Italia esté cambiada, hay demasiadas leyes, desde aquella contra el cigarrillo a tantas otras. Para mí, era la tierra de la absoluta democracia, pensaba que nadie podría ya ‘civilizarla’ más. En lugar de eso –concluye- demasiadas cosas fueron cambiadas. Es la señal de los tiempos…”.
Alexandra Vitali para Diario La Repubblica de Italia, 11 de diciembre de 2006

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