Silueta fina enfundada de negro, Fanny Ardant se desliza lentamente, ayer en la primera tarde del Festival de Nîmes Cultura, en la piel de Eileen Shakespeare, hermana desconocida del que todo el mundo conoce. En la sombra del hermano que tanto amaba, Eileen lleva su cruz, la de ser una mujer, casada por su padre contra su voluntad, en un vestido blanco que rasga, madre de un niño que grita y que lanzaría bien a los perros para salvarse del destino que se le impone. Ser actriz es toda su vida. Entonces, se pierde en esta voluntad: subir a las tablas. Ella allí se consume, ella allí se quema, reducida en cenizas, puesta en la hoguera por los hombres que hacen este mundo, donde una mujer que afirma su voluntad, con la cabeza alta, es inevitablemente una bruja. Qué inolvidable heroína insumisa se imagina allí Fabrice Melquiot donde la escritura es incandescente y como Fanny Ardant, ¡allí se propone hacer palpitar a esta rebelde, ridiculizada, pero sin ningún arrepentimiento! Texto Origina...