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"El adulterio no puede ser mediocre"

La veterana actriz llega de nuevo a los cines con 'Mis dias felices', un drama romántico dirigido por Marion Vernoux
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Fanny Ardant, o, mejor dicho, Caroline, la protagonista de Mis dias felices, acaba de cumplir los sesenta años. Se jubila. Pero atrapada en un matrimonio aburrido, esa nueva situación se le hace muy complicada. Le sobra el tiempo y no sabe qué hacer con él. Cuando se acerca a un centro ocupacional, conoce a uno de los instructores y algo en su vida despierta de nuevo, la pasión. Sin embargo, esa misma pasión podría destruir todo lo que ha construido hasta ese momento. Vivirá una nueva juventud, sí, sus días felices, ¿pero a qué precio?

¿Qué le gustó del guión de Mis días felices?

Es oscuro. El deseo, o la falta de este, juegan un papel. Cuando recibo un guión no disecciono las cosas. Soy como un perro en el bosque, que olfatea algo y se dice: «lo quiero». Caroline me gustó desde el principio. Y me gustó Marion [Marion Vernoux, director y coguionista] cuando me hablaba. Tenía ganas de interpretar el papel, de meterme en la cabeza de Caroline. Me gustó mucho sentirme abierta, no tener una idea preconcebida del papel.

Sexagenaria. Acaba de jubilarse y se enamora. Pero se dice que esta historia habría podido llegarle en otro momento de su vida...

Exactamente. Si imagino el recorrido de esta mujer antes de conocer a Julien, me digo que siempre ha tenido esta manera irreductible y determinada de vivir, que no se corresponde con la edad tal como la definen en los periódicos o casos policiales. Ella toma la vida según le llega. No es como una oveja, no hay resignación en ella. Disfruta de la vida, le gusta beber y comer. La vida es como un bosque ecuatorial: hay lianas que pasan, se aprovecha, o no... Es temeraria, no tiene miedo a tener esa historia con un hombre más joven, pese a todos los riesgos y humillaciones posibles.

No corre tras una juventud perdida, disfruta sólo del presente.

Sí, es un poco como un boxeador. Se sube al ring del amor y el deseo con bastante inteligencia, para no ser posesiva o volverse loca por creer que la vida va a cambiar de golpe. No es Fedra lanzándose a su pasión. No busca una revancha. Parte del principio de que es una mujer bastante equilibrada, que ama a su marido, a su familia. Sin embargo, eso implica un matrimonio largo, hijos, nietos... Y luego dejar de trabajar, lo que provoca una especie de errar después de todos ese tiempo tan ocupado.

Usted y Patrick Chesnais encaran una pareja que permanece unida pese a las circunstancias...

Me gusta este marido. Conoce muy bien a su mujer, comparten aún una gran intimidad. Tiene algo sólido y libre. No es un burgués atrapado. Se complementan. Y Caroline no es una maruja. Cuando vuelve borracha a más no poder a cenar pizza, él se queja, pero bueno, no es tan grave, ¡siempre nos quedará el buen vino! Es también un padre y un abuelo magnífico.

Un cliché a evitar: el de la mujer de más edad que ama a los jóvenes, y viceversa...

Nunca he comprendido el termino cougar. Es un término procedente de América para designar a un tipo de pantera, ¿es eso? No me gusta del todo el lado mujercita ansiosa de po- der que evoca. ¡Que tontería! Caroline está a mil kilómetros de este tipo de mujer. El mejor ejemplo es el momento en que la joven maestra de Julien llega. Seguramente, a Caroline no le gusta, pero transforma su pena en algo gracioso, gracias a su inteligencia y su vivacidad. Se encuentra con que se ha colado por ese muchacho que podría ser su hijo, pero no hay nada incestuoso, ya que él no desea una madre.

¿Cuando Philippe le dice que no tratará de reconquistarla, cree que dice la verdad o es precisamente su táctica para seducirla de nuevo?

Esta forma de no-reconquista, es un reflejo de él. ¡No desempeñará el papel de joven arrodillado con una flor! No la someterá a horas de explicación, de reivindicaciones, de acusaciones... Philippe lo acepta, es su gesto de generosidad con ella. Al final de la película, cuando se detienen y se encuentran en el compartimento del camión lleno de arena, ella se siente bien con él y comprende que es el pilar central de su vida. Es evidente, que no necesita recuperarla. Más allá de la vejez y de su aventura con Julien, ambos retoman el camino a pie... Es casi metafórico, como una canción al amor a las parejas. A veces se necesita tener caprichos para saber lo importante que es alguien en nuestra vida.

Y luego la reunión con esta mujer de más edad en el aeropuerto...

Sí, esta pequeña buena mujer, aún tan vivaz, le enseña la libertad con respecto al dolor. Es como si le dijera: «¡Venga, venga!» Creo en la última frase de Un tranvía llamado deseo: «Siempre he confiado en los desconocidos». Encontramos algo parecido en las novelas rusas..., un desconocido en un bar o en un tren, que te dice algo que resuena increíblemente dentro de ti. Cuando Caroline ve a Julien por enésima vez, ella piensa: «Vaya, aprovechemos antes de que esto se vuelva mediocre». El adulterio no puede ser sórdido, no soporta la mediocridad. Cuando quema las cosas, es necesario que sea extravagante. Y si comienza a ser sórdido, hay que dejarlo.

El marido y la amante son muy diferentes, pero la película no ante- pone el uno contra otro, los dos valen la pena.

Me parece deshonesto cuando se muestra a un viejo cascarrabias o a una abuelita con el rodillo de repostería, y a la amante o el amante espléndido. Puede ocurrir, por supuesto, por eso la gente se divorcia o se separa; pero a menudo es más complejo. Mi marido es también encantador. Caroline es reacia al club para jubilados donde la inscriben sus hijas... Sí, el club de 'Mis días felices' es todo lo que ella detesta. Le gusta la gente, pero aborrece los grupos. Cuando llega allí por primera vez y la joven le pide una foto de identidad, no comprende, de pronto se siente encarcelada. En el curso de yoga, su primera reacción es mosquearse. Me agrada mucho su insolencia, es importante incluir siempre un punto de vista objetivo, que no se deje reclutar. Me agradan mucho los personajes que giran alrededor de este club. Son tratados con una ligereza aparente, como las comedias italianas, que hablaban de cosas muy duras pero riéndose.

¿Es la primera vez que sale rubia?

Cuando conocí a Marion iba de rubia con raíces negras. Quería parecerme a ella. Además, se intentó con el pelo blanco, pero recordaba a los maniquíes de las fotografíes de Helmut Newton, había algo demasiado sofisticado. Es muy difícil para una morena como yo pasar por rubia. Han sido necesarias largas horas de peluquería para borrar esa negrura. Es también la primera vez que se la ve en vaqueros... Cuando Marion me lo pidió, le dije: «¡Pero yo no entraría jamás en unos pantalones vaqueros!». ¡Tenía miedo de estar incómoda y de tener aire de carabinero! Estaba convencida de que no era para mí, pero lo hice. ¡Y lo tengo como un triunfo! Es muy importante el momento en que se define el personaje exteriormente, cómo va vestido y peinado... El cuerpo se expresa diferente según lleve un corsé o unos vaqueros, envía señales diferentes. Y esas señales son muy importantes porque surgen antes de la palabra y el espectador las registra sin darse cuenta.

¿Tuvo alguna reticencia a interpretar a una mujer jubilada?

No. ¡Podría incluso desempeñar una tatara-tataraabuela! La única cosa que no quiero ser es una caricatura, un negro sobre negro. No tengo necesidad de gustar, pero necesito amar lo que hago. En nuestra sociedad todo se enfoca en la vejez, pero la verdadera historia de la vida es la muerte. La vejez no es más que un paso obligado y, ciertamente, inevitable, pero lo importante es saber si se decide acogerlo con los brazos abiertos o dejarse barrer por la ola. Al final, precisamente, Caroline entra en el agua. Alea jacta est. No sirve de nada adelantarse a las cosas, tener ideas preconcebidas.

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Photo © Marianne Rosenstiehl/Corbis 

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