Por siempre, La mujer de al lado, Fanny Ardant es la actriz que mejor
encarna eso extraño e inidentificable que se da en llamar cine europeo.
Por su gesto rotundo y voz grave han pasado desde Alain Resnais a
Costa-Gavras pasando por Ettore Scola o Volker Schlöndorf. Y, por
supuesto, François Truffaut. En su última película recién estrenada, Mis
días felices, de Marion Vernoux, la actriz de 64 años vuelve a la
comedia para dar vida a una mujer empeñada en negar la evidencia: ni en
la vejez acaba todo, ni el amor es cosa solamente de los cuerpos
jóvenes. En ella, nada es lo que parece.
- ¿Por qué la más morena de las actrices francesas es ahora rubia? ¿Contra qué se rebela?
- Contra nada. Podría quedar muy poético, pero no. El libro en el que está basada la película se llama Une jeune fille aux cheveux blancs (Una joven del pelo blanco). Probé a teñírme de blanco, pero quedaba muy sofisticado. Entonces elegimos el rubio..
- Pero el rubio no es inocente. Las rubias son...
- Mujeres fatales [se ríe], pero en este caso no. También era una forma de cambiar mi imagen. Mi personaje es una persona normal. Era importante que no se viera a Fanny Ardant , el mito [se ríe aún más]. Además, la imagen de la femme fatale asociada a las rubias es sólo cosa de los países mediterráneos.
- Por otro lado, también cambia de registro y vuelve a la comedia. ¿Apetece reírse más a partir de un momento de la vida?
- Diré una obviedad, pero a todas las actrices nos gustan los retos. Sí, sé que soy una mujer dramática, pero uno de mis mayores éxitos, Todos están locas, era una comedia.
- Tanto cambio no obedece entonces a una madurez extrema...
- Un poco sí, la verdad. Yo, como mi personaje, estoy convencida de que la vejez es la edad de la insolencia. Llega un momento en la vida que sientes que no tienes que demostrar nada a nadie y te atreves con todo.
- ¿No era eso la juventud?
- Para nada. Qué importa lo que digan los demás cuando en tu vida ya está todo dicho. La juventud, eso es verdad, tiene mejor prensa, pero la revolución de verdad llega en la vejez. La sociedad en la que vivimos se empeña en esconder tanto la vejez como la muerte. Son tabúes. A la primera se la llama tercera edad y cuando alguien fallece, se dice que se ha ido. Y eso, sin duda, nos hace peores personas. Nos da miedo todo lo que no podemos controlar: la fatalidad del envejecimiento o la incertidumbre de la muerte. Es un problema de miedo.
- El cine es el mejor ejemplo de lo que dice. ¿Por qué es tan difícil ver a una actriz envejecer en pantalla?
- Yo no generalizaría. Hay un tipo de cine, fundamentalmente americano, que más que hablar de la vida, la esconde. Sólo enseña historias más propias de dibujos animados. Pero si pensamos en Europa, en películas como ésta o Amor, de Haneke, vemos que no es así. El cine, como arte que es, está obligado a reflexionar de nosotros y contra nosotros.
- No entiendo lo de 'contra'
- Sí, el artista tiene que ser contradictorio. Yo misma me siento muy cerca de todos aquellos que dicen 'no'. Y así ha sido siempre. Me niego a vivir como las revistas femeninas dicen que hay que vivir.
- Ha hecho cine con Scola, Resnais, Costa-Gavras... ¿Existe el cine europeo?
- Por supuesto. Dentro del viejo debate entre el arte y la industria que persigue al cine, Europa se ha encargado siempre de sostener la parte que incumbe al arte.
- ¿Qué es el cine para una mujer que ha vivido con Truffaut?
- El cine es sobre todo imagen. Más allá de la imagen no hace falta demostrar nada o explicar nada. Ese respeto al espectador para que sea él mismo el que construya la historia con el único apoyo de la imagen, es el cine que me interesa y siempre he intentado hacer. Las palabras son cosa del teatro.
- Ahora mismo en España, y en toda Europa, se vive un debate sobre el papel que debe de jugar el Estado a la hora de ayudar al cine. ¿Cree que deberían suprimirse las subvenciones al cine?
- Eso sería una locura. Renunciar a ayudar al cine es renunciar a la cultura y negar la cultura significa el suicidio de una sociedad. La cultura es la que permite que comprendamos a los otros y la que permite que podamos convivir. Conocemos a los demás gracias al arte, a sus novelas, a sus películas... Además, la cultura hace más por el comercio y la industria de un país que cualquier otra actividad. Tengo claro que el Ministerio más importante de un gobierno es el de Cultura; es el que piensa en el futuro. Tengo claro, porque lo veo cada día, que la gente cada día demanda más cultura; va más al cine y al teatro. Hay una necesidad de entender qué está pasando. Por eso, me molesta que en una época de crisis como la actual lo primero que se haga es recortar en cultura o en educación. De esta manera lo único que se consigue es alargar la crisis. Volvemos al oscurantismo.
- Gérard Depardieu es uno de sus grandes amigos. Trabajó con él en La mujer de al lado. ¿Cómo ha vivido toda la polémica a su alrededor [se hizo ruso para no pagar impuestos en Francia]?
- Él siempre ha amado la provocación. Y así hay que comprender lo que ha pasado. También es cierto que la polémica que le ha rodeado es fundamentalmente mediocre. Detesto el linchamiento al que ha sido sometido. Todo el mundo tiene derecho a elegir cómo vivir. Nunca he conocido a una persona más generosa con los demás que él. Incluso cuando era ya una estrella, ha llegado a trabajar gratis por simple amor a su trabajo.
- ¿Cómo definiría el momento actual de su vida?
- Siempre he sido muy pasional y he intentado vivir plenamente. O frío o caliente, nunca tibio. Y en ésas sigo [se ríe].
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El Mundo
LUIS MARTÍNEZ
Madrid
Actualizado:
01/12/2013
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